El código de buen gobierno es una especie de manual de tráfico para conducirse en las organizaciones transpirando valores y principios corporativos: por tanto, también abraza las obligaciones que conlleva. Esta buena práctica se ha asimilado mejor desde los sectores profesionales (a modo de ética profesional) y por las grandes corporaciones.

En definitiva, es la brújula de las conductas empresariales para orientarse a entornos de confianza, respeto y responsabilidad compartida; y esa finalidad exige el compromiso de un comité fuera de toda duda. Una vez bosquejado, discutido y finalmente consensuadas las reglas de juego es oportuna su difusión, tanto interna como externamente, y no sólo a trabajadores y clientes, sino proveedores, alianzas, instituciones, etc.

Debe estar promovido por la misión, visión y valores que conforman una filosofía para desenvolverse en los mercados, no por ello se deben obviar otros méritos de los que beneficiarse:

  • Saber cómo actuar o al menos saber qué se espera de uno mismo
  • Establecer reglas contundentes para no interferir con conflictos de intereses y así prevenir la comisión de delitos o situaciones complicadas.
  • Promover la equidad, la igualdad, el trato respetuoso
  •  Dinamizar el clima de trabajo anteponiendo valores de fidelidad mutua y, por tanto, contribuyendo a retener el talento de trabajadores, proveedores y clientes.
  • Mejorar el posicionamiento o reputación de la imagen corporativa

 

Agenda 2030. ODS 16. Promover sociedades pacíficas e inclusivas para el desarrollo sostenible, facilitar el acceso a la justicia para todos y construir a todos los niveles instituciones eficaces e inclusivas que rindan cuentas

Meta 16.b. Promover y aplicar leyes y políticas no discriminatorias en favor del desarrollo sostenible