Súbitamente todo cambió. Un nuevo virus, amenazó a la humanidad y nos recordó que todos somos iguales. Ha cruzado los límites de seguridad de los sistemas planetarios y se evidencia la fragilidad de las creaciones humanas, simples castillos de naipes frente al azar y a las fuerzas de la naturaleza. Lo que nos decían los científicos sobre las condiciones de habitualidad de nuestro planeta y las causas de su deterioro se hacen patentes. La superación de la crisis que vivimos no es solamente un asunto que debe abordarse desde la ciencia y la tecnología; es esencialmente un asunto cultural y político. La armonización entre el miedo y la esperanza, implica, además de apoyarse en la ciencia para entender la realidad, la transformación de los valores sociales y de las formas de gobierno, reemplazando el egoísmo por la acción colectiva. Si esta transformación se logra, será posible entender la realidad que vivimos y adaptarnos a las nuevas condiciones que nos impone. Si no se logra, no habrá futuro. No se trata simplemente de vivir; se trata de sobrevivir y agradecer.