Los paisajes cambian, la ciudad vuelve a estar llenas de coches, ruido y oficinas llenas de gente morena y nostálgica. Es decir, gente llena de sentimientos ambivalentes. Idealizamos nuestro pasado reciente, entre palmeras, aeropuertos, montaña, familia, amigos…

Y ya estamos preparados para volver.

Volver al presente. Orientar las energías hacia lo que toca ahora, que es volver a la rutina tal y como es, recordando que septiembre (como el resto de meses) también pasará.

Dramatizar poco. Estar tirado en la playa, visitar un país desconocido o hacer tu vida habitual a un ritmo más pausado es más agradable que la vorágine diaria. Pero, ni las vacaciones son perfectas ni el regreso a la rutina laboral normalmente es tan terrible. Valoremos lo que tenemos y a quienes tenemos y así sabremos agradecer el regreso.

Incorporar lo aprendido. Las vacaciones son periodos de reflexión, de nuevas ideas, de redescubrimiento de cosas, acciones y personas. Analizar nuevos proyectos o hacer balance de los últimos meses. Lo pondremos en marcha a nuestro ritmo, sin prisas disfrutando del camino.

Bienvenidos a nuestra otra vida… llena de momentos inesperados.